Julio Cortázar (izda.) y detalle de obra de Bispo do Rosàrio (dcha.)
Al comienzo de Manual de Instrucciones (Historias de Cronopios y de Famas) Julio Cortázar nos invita a descubrir las fisuras de lo apariencial:
“Apretar una cucharita entre los dedos y sentir su latido de metal, su advertencia sospechosa. Cómo duele negar una cucharita, negar una puerta, negar todo lo que el hábito lame hasta darle suavidad satisfactoria. Tanto más simple aceptar la fácil solicitud de la cuchara, emplearla para revolver el café.”
Creo que Julio Cortázar (que sí conoció a Adolf Wölfli) no conoció a Arthur Bispo do Rosário pues de haberlo hecho, le habría dedicado algún lugar en sus escritos. Es seguro que le habría encantado la ligereza con que pasaba de largo de la funcionalidad de los objetos. Su empeño en reconstruir el mundo desde su propio criterio, a través del más arbitrario de los inventarios.
Como él, otros creadores como Ferdinand Cheval, Nek Chand, Tressa Prisbey o Bodan Litnansky se sintieron fascinados por algunos objetos que encontraban. Quisieron ver en ellos repertorios de formas donde otros sólo veían basura o trastos viejos. Comenzaban acumulándolos (versión “bruta” del coleccionismo) antes o mientras construían. Cheval y Chand miraban sus piedras, Prisbey sus lápices y Litnansky sus muñecas. Sabían que algún día servirían para algo, les darían “el regalo” de inspiración que necesitaban para comenzar.
“Nada es sólito apenas se lo somete a un escrutinio sigiloso y sostenido”
–J. Cortázar, La Vuelta al Día en Ochenta Mundos
La artista Bessie Harvey (Dallas, 1929-1994) guardaba objetos que le llamaban la atención en una maleta en la que se adentraba en busca de ese regalo. Existe en el proceso creativo de estas personas el placer de construir algo a partir de lo que se considera nada. El placer de no saturar el universo.
«El objeto tiene una existencia independiente, pero el artista actúa como el que, paseando por una playa, descubre una concha o una piedra pulida por el mar, se las lleva a casa y las coloca sobre una mesa, como si fueran objetos de arte que revelan su inesperada belleza”. (Humberto Eco)
El acto creativo permite abrir fisuras en la cotidianidad (que se desplaza cuando la empujas suavemente con el hombro) como hace la cronopia Agnés Varda y algunas personas que aparecen en su película «Los espigadores y la espigadora».
Detalle de obra de Bispo do Rosàrio