El año pasado, en mi viaje por el sur de Francia en Camper encontramos este extraño lugar ubicado en el pueblecito de Viols le Fort.
La experiencia fue de lo más curiosa. Detuvimos la furgoneta y nos acercamos para intentar atisbar algo del interior. Así descubrimos a un hombre de unos 60 años con gorra que estaba regando su propiedad. Le interpelamos: Monsieir, monsieur! y su contestación fue un chorro de agua fría en los pies que asomaban por debajo de la puerta. Pensamos que iba en broma por lo que agradecimos el chapuzón y volvimos a preguntar. Trepamos un poco por un flanco para que pudiera vernos la expresión de buenas intenciones y antes de que pudiéramos presentarnos, el señor Reverbel nos enchufó un manguerazo con cierta violencia en plena cara.
En una operación de alto riesgo, mi novio sacó la cámara para hacerle una foto y eso terminó de desatar su furia. Tuvimos que salir corriendo con el señor enfebrecido detrás. Me quedé sin saber de primera mano qué le llevaba a hacer estas creaciones y tuve que conformarme con lo que nos contaron en el pueblo:
Supimos que había sido militar y que se ganaba la vida haciendo reparaciones mecánicas. De temperamento cambiante, tan pronto podía ofrecer una reparación gratuita como ser terriblemente hosco y mandarte a hacer puñetas por haberle traído el coche.
Esa contradicción resulta bastante llamativa ya que la profusa decoración del lugar se orienta al exterior, es decir que claramente Reverbel siente la necesidad de comunicar su singularidad. También manifiesta su interés por el mundo cuando lo que elige ilustrar son personas de vida pública: políticos, actores… Sin embargo luego no quiere contacto directo o al menos no en cualquier momento. La información que he encontrado sobre él en Internet me hace pensar que otras personas que han descubierto el enclave tampoco han conseguido hablar con él.
De su universo disfrutaremos pues, sus destellos. Ahí van unas fotos del exterior que pudimos tomar.