Charles Dellschau (Texas, nacido en Alemania, 1830-1923) era carnicero y no había desarrollado ninguna actividad creativa hasta el momento de su juilación. Sin embargo desde los 78 hasta los 92 años, dedicó toda su energía a dibujar artilugios inventados para volar. Completaba cuadernos de notas de gran formato con varios tipos de aparatos que cobraban vida a través de la acuarela y el collage. Integraba incluso papel de carnicería y hule en sus creaciones.
En ocasiones las máquinas representadas se parecían a globos o dirigibles que portaban un piloto o pasajeros, en otras se trataba de imágenes más líricas que visionarias: barcos que flotaban en el aire gracias a paraguas, bicicletas, autobuses o tranvías fantásticos… Dellschau gustaba de enmarcar sus creaciones con motivos rayados o geométricos e inscripciones, un indicativo de su consciencia de estar realizando algo con valor plástico más que un boceto preparativo para la construcción de una máquina.
La humanidad ha soñado siempre con volar. En la mitología, los héroes vuelan con frecuencia gracias a caballos voladores, alfombras mágicas o sandalias aladas y cuando no las tienen las construyen, como Dédalo o como el herrero Volund. Más allá de la Techné, todas las culturas creen o han creído que el alma puede dejar el cuerpo y volar. Dice Patrick Harpur en «El fuego secreto de los filósofos» que cuando los vuelos de la imaginación chamánica fueron excluidos de la modernidad como imposibles, el mito tuvo que ser laboriosamente representado mediante la construcción de aviones e incluso de cohetes espaciales.
¿Qué sucede cuando se encuentra una aspiración romántica como volar con un reto técnico? Es curioso que el primer helicóptero que obtuvo permiso comercial, el Bell Model 47, fuera obra de un hombre con una visión lírica: Arthur Young deseaba inventar un nuevo tipo de máquina voladora que fuera una metáfora del espíritu en evolución, el sí-mismo alado que bautizó como psicóptero.
En el momento en el que Charles Dellschau componía sus máquinas voladoras existía una inquietud social por conseguir volar. En los recortes de periódico que pega en sus obras se hablaba incluso de un misterioso gas propiciatorio.