OSKAR KOKOSCHKA – Autorretrato con muñeca (1922). Fuente
¿Quién se siente a salvo de la soledad? ¿Puede ésta ser tan fuerte que te lleve a crear un prototipo de ser humano y proyectar en él una ausencia?
La ausencia de Francine, hija ilegítima de René Descartes fallecida a los cinco años, llevó a éste a construir una autómata a la que se refería como “mi hija Francine” y que le acompañaba en sus viajes. También Kokoschka encargó construir una muñeca que reprodujera fielmente a Alma Mahler con quien tenía una relación atormentada que terminó con el matrimonio entre ésta y Walter Gropius. Cuando recibió su muñeca, su decepción fue enorme ya que, a pesar de haber suministrado multitud de fotos y detalles al mejor artesano de Berlín, éste no había conseguido reproducir el tacto de la piel de Alma.
Hans Bellmer, The Doll (Printed in 1983) Gelatin Silver Print.
Hans Bellmer nace en Katowice (Polonia) en el seno de una familia puritana y burguesa. Su padre, adherido al partido nazi desde 1933, pretende que su hijo sea un ingeniero de éxito como él pero se encuentra con un adolescente rebelde mucho más interesado en jugar con muñecas para provocar a su padre. En 1920 abandonará sus estudios de ingeniería para dedicarse a la pintura.
Construye una muñeca articulada y la fotografía en distintos escenarios.
Más delante, mantendrá el tema de la muñeca como eje de su obra sólo que la traslada a una mujer de carne y hueso, su pareja Unica Zürn, escritora y dibujante muy admirada por los surrealistas, autora de dos novelas autobiográficas “Primavera Sombría” y el libro que da título a este blog “El Hombre Jazmín”. Para articular su carne, Bellmer la ata con fuertes cuerdas. Esto trastorna la personalidad vulnerable de Unica que sufre frecuentes crisis esquizofrénicas y, a la salida de un internamiento, se tira por la ventana del apartamento de Bellmer.
Hans Bellmer, fotografía del cuerpo de Unica Zürn atado y retrato de ella
Un caso muy distinto, y con ello volvemos al arte outsider es el de Katharina Detzel, internada en 1907 tras sabotear las vías de un tren como acto político de protesta. Estuvo encerrada en un asilo muchos años, durante los que no cesó de luchar contra el trato que recibían los internos. Era continuamente castigada por su comportamiento, lo que no le impidió escribir una obra de teatro, ni intentar crear una guardería o protestar contra la prostitución. Fabricó un muñeco de proporciones humanas con cuerdas y tela de su propio colchón. Éste representaba a los médicos y le servía como saco de boxeo para descargar su ira contra los que, ella pensaba, eran los auténticos locos.
Katharina Detzel con muñeco fabricado por ella misma. Fuente: Art Brut, The Origins