Sus composiciones son mensajes crípticos compuestos con textos intrincados y fórmulas químicas y matemáticas, ecos fragmentarios de su época de estudiante en el instituto.
El sentido que para él tenían estas composiciones está relacionado con “la impresión de una elaborada revelación del orden oculto de las cosas, de las simetrías secretas del mundo capturadas mediante símbolos” (Rexer, How to look at Outsider Art, p. 149).
Rexer señala varias similitudes con la obra de Wölfli, por un lado el uso del lenguaje desde relaciones puramente formales, por otro, la música. Wölfli se refería a muchos de sus dibujos como composiciones musicales y las notas están casi siempre presentes en sus creaciones. A veces son sólo fragmentos que se filtran entre los espacios libres de las ilustraciones y bandas decorativas. En otras ocasiones, todo parece estar supeditado a la música y sus creaciones se basan en partituras disparatadas, rotas por la incursión de algún dibujo o collage.
Para Melvin Way, las frases y palabras de sus creaciones plásticas deben ser convertidas en sonido. Way sentía adoración por la música. Sabía tocar varios instrumentos y fue componente de grupos de Jazz y R&B.
Antes de la aparición de sus primeros problemas mentales, trabajó en una fábrica y como chofer. A partir de 1970 comenzó a sentirse aislado y dislocado, alternando épocas de vagabundaje con temporadas en habitaciones de protección oficial. Fue incitado a participar en alguno de los programas de creatividad de los hospitales. Allí, uno de los profesores alentó su trabajo y lo dio a conocer en los circuitos del arte de Nueva York.