Morton Bartlett (Boston, 1903-1992) comenzó a construir sus muñecas niña (y también algún niño) en1936, fecha de publicación del libro The Doll de Hans Bellmer. Sobreviven 15 de ellas, que fueron descubiertas en un sótano después de su muerte junto a dibujos, trajes y cerca de 200 fotografías.
Construir cada una de estas pequeñas personas (de aproximadamente la mitad del tamaño real de un niño) primero en arcilla y luego en yeso le llevaba cerca de un año. Buscaba un nivel máximo de realismo, con lo que cada detalle era tratado con minuciosidad y un correcto sentido de la anatomía. A continuación las pintaba, les colocaba una peluca, las vestía con trajes especialmente confeccionados para ellas y las fotografiaba en distintas situaciones: regañando a un perrito, durmiendo en la cama, llorando, tocándose el pelo… y en ocasiones en actitudes con connotaciones eróticas.
Barlett quedó huérfano a los 8 años y se sugiere que su interés por recrear la infancia está relacionado con este hecho. Aunque no sabemos casi nada de su vida, sabemos que estudió dos años en Harvard y, algunos testimonios encontrados tras su muerte, manifiestan plena consciencia del ejercicio de sublimación que era su actividad artística.
Mi afición es esculpir en yeso. Su objetivo es el de de todas las aficiones: soltar los impulsos que no encuentran expresión por otros canales.
El crítico de arte Jerry Saltz señala su similitud respecto al trabajo de otros artistas como Henry Darger, Hans Bellmer, Degas, Robert Gober, Charles Ray, Jake & Dinos Chapman, Sally Mann, Jock Sturges, Simmons y Cindy Sherman.