La muerte aparece en las creaciones de Giovanni Battista Podestà (Italia, 1895-1976) como una sombra domesticada, en ningún caso como un tabú. Su experiencia con la muerte y el duelo parte de la infancia, con el prematuro fallecimiento de su padre. Más tarde combatió en las dos guerras mundiales, de la primera vuelve turbado por las atrocidades presenciadas. La segunda no hace sino reactivar la herida abierta con la primera.
La vuelta a la vida civil tampoco le resulta sencilla porque Italia sufre en esos momentos un cambio profundo en su fuerza laboral que abandona el medio rural y con él sus raíces tradicionales más profundas. Podestà siente su identidad bascular y se vuelca en su producción pictórica y escultórica. La imagen de la muerte está también presente en sus ropas, desde el abrigo hasta las corbatas pintadas.
Podestá se instala en Laveno, donde entre otras excentricidades asiste a cada enterramiento. Aunque no conozca al difunto, acompaña al cortejo fúnebre y pronuncia algunas palabras a modo de despedida. La recreación de su propia muerte es otras de sus obsesiones. Construye su propio ataúd y algunas piezas pequeñas como esta que se muestra Le mie spoglie mortali (s.f.) donde unos esqueletos entregan su cadáver a la tierra. El autor utiliza cabello y pelo de su barba para reforzar la semejanza con su autorretrato.
Las imágenes y la información para este post proceden de: TOSATTI, B. (2006) Beautés insensées. Figures, histories et maîtres de l’art irrégulier. Milán: Skira.