Raymond Materson llevaba 15 años en prisión, sufriendo condena por crímenes relacionados con drogas, cuando encontró una manera de sofocar su enfado con el mundo y comenzar una pequeña redención. Se le ocurrió utilizar un par de calcetines de rayas que había cambiado por cigarrillos para tejer un motivo en miniatura.
Debió gratificarle la experiencia pues a partir de entonces elaboró múltiples piezas de características similares, que casi nunca superan los 5 x 7’6 cm. Las primeras representaban emblemas deportivos u otros diseños sencillos, pero poco a poco se fueron volviendo más complejas. En ellas encontró una manera de adquirir prestigio en la comunidad de presidiarios, que le cambiaban sus miniaturas por café o cigarrillos.
Ellas también le trajeron el amor y la fama. Una mujer llamada Melanie se interesó por su trabajo y se enamoró de la obra y del autor. A partir de entonces empezó a promover sus trabajos que hoy en día han merecido varios artículos, exposiciones e incluso el premio de una fundación.
Las chicas del colegio público 1994 y El poli de su sangre (me odia) 1992 / Asesinato de las noticias 1995 y El prisionero 1991